De falsos gurús y otras cosas
- msaucedob
- 20 may 2024
- 3 Min. de lectura
En el 2011, Vikram Gandhi ganó el premio del Festival de Cine South by Southwest al mejor
documental por Kumaré, el personaje de un Gurú ficticio creado por el mismo Gandhi para
documentar la relación entre los yogis y sus seguidores.
La cuestión es así: Gandhi, un estudiante norteamericano de cine en la Universidad de Columbia
con ascendencia hindú, adopta un personaje llamado Kumaré. Se deja crecer el pelo y la barba,
adopta un falso acento y viste con ropas tradicionales para probar suerte en Arizona como un
Gurú recién llegado de un pueblo (ficticio) de la India para propagar sus enseñanzas.
Los seguidores no tardan en llegar. Al cabo de muy poco tiempo, vemos decenas de
norteamericanos convertidos en fieles creyentes de Kumaré, cantando versos en sánscrito que en
realidad nada significan, postrándose ante altares con imágenes no de deidades hindúes, sino del
ex presidente Barack Obama y del mismo Kumaré.
La fe que le profesan es indiscutible: una chica dispuesta a dejar a su marido para seguir los pasos del falso profeta, una médium que asevera poder ver detrás de él un séquito de gurús que le preceden, y una mujer al borde de las lágrimas de tan solo mirarlo y sentir mágica energía.
Lo cierto es que los alumnos de Kumaré, al cabo de poco tiempo de seguir sus pasos, comienzan a
mostrar importantes mejorías en distintas áreas de sus vidas. Y si bien se trata de un falso Gurú, la
enseñanza de Kumaré trata en todo momento de incitar a sus seguidores a encontrar el maestro
interno, o el gurú interior; así que al develarles su verdadera identidad, hay quienes se lo toman a
bien, pues finalmente sí les ayudó a escucharse a ellos mismos, y hay quienes hasta la fecha no le
perdonan la mala jugada.
A partir del documental se pueden desprender muchísimas lecturas. Por un lado, la premisa del
mismo director es la siguiente, y es que a pesar de mostrarse completamente escéptico de la
figura del gurú en una primera instancia, al final de la trama termina por comprender que el gurú
es quien nos guía de la obscuridad a la luz, pero se trata de un trabajo interno. La sabiduría reside
dentro de uno mismo, y no afuera, bajo la forma de un gurú que viene de un lejano y exótico
territorio.
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Por otro lado, queda expuesta la susceptibilidad del ser humano. Estamos fervientes de entregarle
nuestra fe ciega a quien diga que viene a solucionar nuestros problemas existenciales. Esto es
especialmente delicado en un mundo y una época en donde los abusos por parte de figuras de
poder abundan (y de aquí también pueden desprenderse miles de notas).
Comprendo lo polémico que es este enunciado, sé que no todos los maestros son así, de hecho creo que es muy importante pertenecer a un linaje (de esto hablaremos en otra ocasión), o cuando menos,
comprender de dónde viene la práctica y la filosofía que seguimos y estudiar qué es lo que
estamos haciendo, el por qué y cómo surge.
Solo así estaremos evitando entregarle en vano a alguien parte de lo más delicado y de lo más poderoso que tenemos: nuestra fe y nuestras creencias.
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