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Satya en yoga: dejar de hacernos weyes

  • msaucedob
  • 18 sept
  • 3 Min. de lectura

Después de hablar de ahimsa (la no-violencia), el camino del yoga nos lleva directo a otro reto igual de cabrón: satya, la veracidad. Y no, no se trata solo de “no mentir” como nos enseñaron en la primaria. Satya es más complejo, más incómodo y mucho más transformador.


Porque si ser no-violento con los demás ya es difícil, ¿te imaginas lo que implica ser verdadero contigo mismo?


Impecabilidad con la palabra

Para mí, satya empieza con la palabra. Ser honorable, coherente, e impecable en lo que digo. No se trata de ser perfecto ni de no cambiar de opinión; se trata de que, en este momento, lo que digo, pienso y siento estén alineados. Mi intención puede ser X o Y, y ambas son válidas, ninguna es mejor, o más moral, o más pura.... querer lo que quiero, se vale, peeeeero, teno .que ser honesta con el motivo detrás de mis intenciones, de mis acciones y de mis expectativas. El punto es que mi palabra sea fiel a mi intención y a mi causa, aunque mañana esa causa se transforme.


Y te lo digo no por virtuosa, sino porque en muchas ocasiones, he sido una experta del autoengaño. A veces estamos tan desconectados de nuestra verdad, que nos parece taaaanto más fácil vivir la de alguien más. Para no inocomodar, y muchas veces, o al menos en mi caso, para no hacerme full y completamente responsable de lo que DESEO.


¿Pero, a qué costo? Qué delicia y qué liberador andar con la persona que realmente quiero, pese a quien le pese. Qué delicia decir NO a ese plan, a esa amistad o a ese trabajo que ya no va conmigo, y asumir las consecuencias, pero hacerlas mías :)


Autenticidad radical

Satya también es no robar: es reconocer quién soy sin disfrazarme para encajar, sin impostar lo que no es mío. Y ojo: no se trata de romantizar “ser auténtico” como si fuera una foto de Instagram sin filtro. Ser auténtico duele. Porque implica vernos completos: luces y sombras, orgullo y vergüenza, culpa y todo junto.


En el mundo wellnes está muy de moda el "trabajo de sombra", y no tengo nada en contra. Creo que cualquier camino que te lleve en profundidad a la verdad, es valioso. Pero de verdad se trata ir deep down, a las aguas hondas y profundas, de atreverme a ver lo que más rechazo de mi misma, eso que quiero ocultarle a los demás, lo que escondo, lo que escondo incluso de mi misma, y que muchas veces, por no querer observarlo, lo niego y lo rechazo en los demás.


La Verdad y el yoga
La Verdad y el yoga


El dolor de la verdad

Porque la verdad duele. Duele ver las partes de mí que me avergüenzan. Duele reconocer los arrepentimientos, las cosas que hice y que no puedo deshacer. Duele mirar mis propias contradicciones sin disfraz. Pero ese dolor es limpio. Es diferente al dolor de la mentira, que se enquista y se pudre. El dolor de la verdad, en cambio, abre espacio para cambiar.


Y ahí está la magia de satya: no es quedarnos congelados en la culpa, ni maquillarnos con frases motivacionales. Es atrevernos a ver lo que somos, completo, con lo que brilla y con lo que asusta.


¿Y qué crees? cuando me atrevo a verme completita, es como quitarle el velo a algo que imaginaba monstruoso.... cuando a la luz, toma su justa medida y es mucho menos aterrador de lo que imaginaba. Y ahí empieza la sanación, ahí empieza el poder integrarte como el ser tan complejo y completo que eres.


Ver la verdad en su justa medida

La veracidad hacia uno mismo también tiene que ver con la perspectiva. No soy más ni menos que nadie. Soy uno más. Mis emociones no son inválidas, pero tampoco son un tsunami que me convierte en el centro del universo.


Vivir en satya no es convertirte en la persona más brutalmente honesta de la sala, didiéndoles a todos sus "verdades". Es vivir con la coherencia de que lo que pienso, digo y siento está alineado, con la humildad de reconocer cuando no, y con la valentía de sostenerme en mi verdad aunque duela.

Porque al final, dejar de hacernos pendejos puede doler… pero también libera, sana, equilibra, integra y transmuta.



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