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Ahimsa y por qué como que ya no me gusta tanto el chisme

  • msaucedob
  • 25 ago
  • 3 Min. de lectura

Últimamente me pasa algo curioso: cada vez que escucho a alguien expresarse de manera cruel o violenta hacia otra persona, me incomoda. Me incomoda porque sé que, si hablan así de otros, en algún momento podrían hablar así de mí. Me incomoda porque, en el fondo, así mismo se hablan a ellos. Y me incomoda porque siento que esas palabras contaminan el ambiente, como si dejaran un aire pesado que no se ventila fácil.


¿Qué es Ahimsa y por qué importa hoy?


En el yoga, hay un concepto que se llama Ahimsa, el primero de los Yamas. Los Yamas son como “lineamientos éticos” para convivir con el mundo de manera más consciente. Ahimsa significa literalmente no violencia.


Pero ojo: no violencia no solo en el sentido de no pegarle a alguien, sino también cuidar que nuestras palabras, actitudes y pensamientos no se conviertan en armas. Porque sí: el sarcasmo venenoso, los juicios disfrazados de “solo digo la verdad” o el chisme que destroza a alguien en la sobremesa también son formas de violencia.


Estudié letras porque soy una amante de las mismas y de su poder. De su imperante capacidad de construir, de sanar, de transmutar, de conectar, de enamorar; pero también de herir, de romper lazos, de traicionar y de quedarse impresas en el alma como cicatrices. Para mi el lenguaje es alquimia, y no debe, jamás, ser tomado a la ligera.


El chisme: del delicioso al tóxico


No estoy en contra del chisme. Me encanta un buen chisme. Pero hay chismes y chismes:

  • Chisme saludable: genera complicidad, nos hace reír y nos ayuda a entender dinámicas sociales.

  • Chisme tóxico: reduce a alguien a su peor error, lo convierte en “todo negativo” y contamina tanto a quien lo dice como a quien lo escucha.


Practicar Ahimsa en la vida moderna significa preguntarnos:

  • ¿Esto que voy a decir construye algo o deja una herida?

  • ¿Estoy hablando de la acción de alguien o descalifico a la persona entera?


Todos cometemos errores, todos metemos la pata. Pero de ahí a condenar a alguien como si fuera la encarnación del mal… hay un salto demasiado grande. Y mucho más, si reducimos a alguien a un estereotipo o tratamos de valuarlos cual peritos por su forma de verse, de vestir, etc.


Y esta entrada, sin duda, va como lección para mi también, porque neta es bieeeeen difícil escapar al juicio, ya sea para sentirnos mejor con nosotros mismos o para diferenciarnos, pero aquí viene algo cagado.


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Hace muchos años, una de mis mejores amigas me dijo: "Wey, ya me da miedo juzgar, enserio ya no me gusta. Cada vez que lo hago, me pasa exactamente lo mismo que he estado criticando", palabras más, palabras menos, pero se me quedó muy grabado.


Sobre todo porque esto me lo dijeron hace más de 10 años y enseeeeeerio no saben cómo he sido víctima de esta ley karmática :p y taaantas cosas que he criticado, tantos errores, los he cometido yo. Y la neta es que en el camino, me he encontrado a la gente más compasiva y amorosa, a los amigos y familia que les puedes contar de tooooodo y no te juzgan. Creo que soy muy suertuda de tener a la gente con la que me rodeo y no podría menos que aprender esta lección: quiero que la gente que amo, se sienta igual de comprendida que yo.


Cómo nos afecta hablar con violencia


El daño no es solo para el otro: hablar con crueldad también nos contamina a nosotros. Se queda un eco raro en la mente, una especie de toxicidad interna. Es como si las palabras que lanzamos hacia afuera regresaran y ensuciaran el espejo con el que nos miramos.


Ahimsa nos invita a desintoxicar. A elegir palabras y pensamientos con menos veneno y más conciencia.


En resumen: aunque la persona que es criticada no se entere en lo inmediato, sí hay un impacto energético, y relacional. Y lo más fuerte es que, la primera persona que se contamina con esa violencia somos nosotros mismos. Además, a nivel de grupo, crea un ambiente hostil: hablar mal une a unos contra otros, pero nunca desde la conexión genuina, sino desde la complicidad en lo negativo. Y lo que sembramos en nuestras relaciones, se acumula. La crítica constante, incluso a escondidas, fortalece patrones de separación y desarmonía.




Ahimsa y Santosha: el spoiler de la próxima entrega


Y justo ahí aparece otro concepto que me encanta: Santosha, el segundo Niyama, que significa contentamiento o satisfacción.


Si Ahimsa nos enseña a vivir y hablar con menos violencia, Santosha nos recuerda que podemos vivir con más paz, más aceptación y más disfrute de lo que ya tenemos.


Pero esa es otra historia (y otro post). Solo te adelanto esto: el día que dejamos de intoxicar el aire con juicios, se abre espacio para respirar contento.

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