top of page

Asteya, o cómo dejar de querer robarle la energía a los demás

  • msaucedob
  • 29 sept
  • 3 Min. de lectura

Cuando escuchas que el yoga es “fuera del tapete”, no es solo una frase bonita para imprimir en termos ni tote bags. Es real. Los yamas y niyamas —esas pequeñas brújulas éticas del yoga— no están hechas para que los repitas en sánscrito en tu clase de 7 am, sino para que te salgan al encuentro cuando estás sola, comparándote con alguien en Instagram, en el tráfico, o cuando ves que a tu vecina le va increíble con cero esfuerzo.


Un repaso rápido:

  • Los yamas son actitudes hacia los demás (no violencia, no mentir, no robar, etc.).

  • Los niyamas son actitudes hacia ti misma (limpieza, contentamiento, disciplina, autoestudio, entrega).


Y aquí aparece el tercer niyama: asteya, no robar.


Claro, tú piensas: “yo nunca le he robado un peso a nadie”. Pero hay robos mucho más sutiles. Como la envidia.


Lo que yo envidio (y no me da pena admitirlo)

  • La gente que duerme cinco horas, se levanta fresca y todavía hace spinning.

  • Las mujeres que dicen “he tenido dos cólicos en toda mi vida” (¡dos! mientras yo me desmayo de dolor con la endometriosis).

  • Los que trabajan, estudian, hacen ejercicio diario, viajan y aún tienen tiempo para ver series.

  • Esa constancia de los que publican un podcast a la semana, un newsletter impecable, un post diario, como si las ideas les llovieran.

  • Quienes confían tanto en sí mismos que, aunque no sean “los más preparados”, logran que la gente resuene con ellos.

  • Los que parecen tener éxito a la primera. Tú intentas, tropiezas, dudas, te replanteas todo… y ellos pum, lo logran.

  • La gente que se pone pants y llevan cara lavada cual domingo y lo portan con un estilo.... ufffff, ésta sí me puede.

  • Los que juran que no hay que trabajar tanto, que el dinero llega solo, y pareciera que sí les funciona.

  • Quienes viven de su pasión. Porque crear desde el alma es dificilísimo, y cuando ves que alguien lo logra, arde una envidia tremenda.

Podría seguir, pero ya te haces una idea.


La trampa de la envidia

Cuando envidias, en el fondo es como si quisiéramos "robar" eso que tanto anhelamos. Como si pudieras arrancarles un pedazo de su energía, de su confianza, de su facilidad, de su prosperidad. Pero no funciona así.


Y aquí te hablo directo:

  • Tú crees que robar es tomar algo que no es tuyo. Pero cada vez que te comparas, que piensas que la suerte, la energía o la belleza de otra persona deberían ser tuyas, ya estás intentando un robo imposible.

  • Si sientes envidia, es porque hay algo que reconoces como valioso. Y si lo reconoces, es porque también existe dentro de ti, aunque aún no lo hayas encendido.

  • Lo que ves en el otro no te falta: te está mostrando un reflejo de lo que también puedes cultivar.


Asteya como práctica real

La próxima vez que sientas esa punzada de envidia, no te castigues. Obsérvala y dile:

  • “Gracias por mostrarme lo que admiro”.

  • “Si lo veo afuera, es porque también lo puedo encender adentro”.

No puedes robar la luz de nadie. Pero sí puedes reconocerla. Y cada vez que lo haces, tu propia luz se expande.

Eso, para mí, es asteya en el día a día: dejar de gastar energía deseando la vida ajena y empezar a usarla para encender la mía.


Y como seguro ya lo has escuchado, en el universo hay suficiente para todos, y entre más celebras la luz en el otro, más se expande dentro de ti. Cuando le das vuelta a la envidia, puedes empezar a CONECTAR, a amar más, a sentirte parte de ese universo inmenso en donde caben todos los dones, las expresiones, los talentos y la delicia de compartir.



He dicho.

Comentarios


Hola, ¡gracias por visitarme!

Recibe todas
las entradas.

¡Gracias por tu mensaje!

  • Facebook
  • Instagram
  • Twitter
  • Pinterest
bottom of page