Entre Júpiter y el chisme: astrología védica vs. astrología pop (con más datos y más drama cósmico)
- msaucedob
- 23 jun
- 3 Min. de lectura
Que si eres Acuario, odias el compromiso (falso), que si eres Tauro, comes delicioso (true), y que si eres Escorpio, seguro eres celoso, apasionado y rencoroso (me reservo comentarios). Todo esto venía del horóscopo occidental —el que leíamos en Cosmo o en el café del domingo— y nadie nos dijo que existía otra astrología: más vieja, más rigurosa, y que (plot twist) puede que te diga que no eres quien tú pensabas que eras.
Astrología védica: la prima profunda, antigua y disciplinada
La astrología védica, también llamada Jyotish (que en sánscrito significa “la ciencia de la luz”), viene de la tradición espiritual de la India. Tiene más de 5,000 años de historia y forma parte de los Vedas, los textos sagrados que también incluyen enseñanzas de yoga, medicina ayurvédica y filosofía de vida.
En resumen: no nació para el chisme, nació para ver el karma. Literal.
En Jyotish, tu carta natal no se calcula con el sistema tropical (como en occidente), sino con el sistema sideral, que considera la posición real de las constelaciones en el cielo. ¿Qué significa esto? Que muchas veces tu signo cambia.
Si en la astrología occidental eras Leo, en la védica podrías ser Cáncer.
¿Te sentías muy Libra? Sorry, puede que seas Virgo.
No es que uno esté mal y otro bien. Son dos formas diferentes de leer el cielo, como si vieras dos versiones de una misma historia: la tropical es más “cómo percibimos el cielo desde la Tierra”, y la védica es más “dónde están realmente las estrellas ahora mismo”.
¿Y los signos, son los mismos?
Sí y no. Los 12 signos del zodiaco existen en ambos sistemas (Aries, Tauro, Géminis, etc.), pero la astrología védica pone mucho más énfasis en:
La posición de la luna, no del sol (o sea, importa más cómo sientes que cómo brillas).
Las nakshatras, que son 27 constelaciones lunares que aportan capas de significado muy específicas.
Los dasha, que son los ciclos de vida marcados por los planetas (como mini temporadas de tu serie cósmica).
Además, los planetas tienen nombres hindúes y funciones distintas. Por ejemplo, Rahu y Ketu, los nodos lunares, tienen una importancia enorme y representan el karma que traes y el que estás aquí para sanar.
¿Cómo se estudia la astrología védica?
Spoiler: no es con memes.
Se estudia con años de formación, de preferencia con un maestro o maestra (gurú) especializado. No es algo que aprendas con una app de “astrología para principiantes”, aunque sí hay recursos más accesibles últimamente.
Entonces… ¿para qué nos sirve todo esto?
Para recordar que la astrología no es una sentencia, sino un espejo.
Una herramienta simbólica, un mapa arquetípico.
Si te ayuda a pensarte distinto, a encontrar sentido, o a reírte con tus amigas de que “es obvio que el güey que te gusta no funciona porque es Aries con ascendente en Leo”, entonces ya cumplió una función emocional.
¿Y si ambas astrologías sirven para cosas distintas?
¿Y si no tenemos que elegir entre la ciencia milenaria y el horóscopo de Instagram?
No se trata de creer ciegamente en los planetas como si fueran la versión cósmica de un jefe autoritario.
La magia está en el punto medio.
La astrología —sea védica, occidental, pop o profunda— nos regala un lenguaje común, un ritual compartido, una forma de contar(nos) historias. Es motivo de conversación, excusa para introspección y marco simbólico para entender emociones que a veces no caben en palabras.
Y eso, aunque no sea científicamente verificable, sigue siendo profundamente humano.
Astrología como ritual compartido (o por qué
ver horóscopos en el proyector de la oficina es terapéutico)
Cada mes, mis compas de la ofi nos reunimos en la sala de juntas (sí, con todo y proyector) para ver las predicciones mensuales de Mika Vidente (te amamos).
Lo vemos como si fuera una película de suspenso: ¿quién se va a divorciar?, ¿quién tiene que poner límites?, ¿quién tiene que cortar con el del gimnasio?
Y lo más bonito es que, aunque lo hacemos entre risas, memes y snacks, termina siendo un momento de catarsis colectiva.
Hablamos de nuestras vidas, de lo que nos checa, de lo que no, de lo que queremos cambiar.
Y aunque nadie ahí se toma literalmente lo que dice el horóscopo (o eso queremos creer), nos permite hacer una pausa, vernos a los ojos y decir:
“Ay, a mí también me está pasando algo así.”
Esa es la magia real. No en los planetas, sino en lo que provocan: diálogo, introspección, comunidad.
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