top of page

De cómo los ajustes en yoga me ayudaron a poner límites

  • msaucedob
  • 11 jun 2024
  • 2 Min. de lectura

Siempre he sido medio "people pleaser". La que le cuesta trabajo decir que no.


Bueno, mucho peor que eso. Soy la típica a quien pueden invitar a una fiesta: a la que no quiero ir; pero tampoco quiero quedar mal con mis amigos; pero también merezco un descanso; pero la vez pasada fallé y quiero demostrar que soy buena amiga; pero mi cama se ve deliciosa; pero además ¿qué pretexto pongo?; mejor aviso de una vez que no voy, ¿o mejor sí?; ¿o voy 10 minutos y me regreso?


Al final, igual voy o igual y no; pero termino quedando mal conmigo misma por hacer algo que no quiero hacer, y con el otro, o los otros, por no saber comunicar lo quiero de una forma, "asertiva", como lo dicen, o sea, en el momento y de la forma adecuada.


Yoga, con el tiempo y poquito a poquito, me dejó una joya de lección: a poner límites.


En el camino me he topado generalmente con maestros buenísimos en ajustes, pero mejores todavía en enseñarme, como alumna, hasta dónde llegar cuando un ajuste me puede lesionar.


Los ajustes son deliciosos. Amo dejarme llevar y darle mi confianza al maestro que está ayudando a mi cuerpo a llegar más allá de lo que mi cerebro pensaba que era capaz.


Pero si "escuchas tu cuerpo" -odio esta frase de lo más trillada, pero me refiero a cuando estás en contacto con lo que estás pensando, con lo que estás sintiendo y con tu respiración, en congruencia los tres al mismo tiempo-, hay momentos en los que puedes determinar cuando tu cuerpo sabe que está llegando al límite.


Cuando sientes ese "dolorcito" de "1mm más y esto me va a joder la cadera y me va a sacar una hernia" (como me ha pasado en kurmasana). Y al principio, tengo que confesar, me daba "pena" marcar ese límite. "El maestro sabe más que yo", "tengo que poder" y cualesquiera exigencias que se quieran insertar aquí.


Mi maestro puede tener más de 1,000 hrs en certificaciones, décadas dando clases y millones de horas de estudio. Puede ser una pistola en ajustes.... pero no puede sentir exactamente lo que yo estoy sintiendo.


Finalmente, solo yo soy responsable de mi práctica y mi cuerpo.... y así pasé de darle toda mi confianza al otro, a delimitarme para honrar y respetar lo que estoy sintiendo: "uffff, ya, hasta aquí". No se necesita más.


Mil veces más fácil -para mi- decir que hacer. Se necesita, como para todo, práctica.


Y la consciencia de que los límites, son primero conmigo misma y después, con el otro.


Dentro y fuera del tapete.


Comunicar un "ahí duele" a tiempo igual que un "hoy no puedo, o no quiero ir, te veo mañana".


¿Cómo?


Con los pies bien arraigados a la tierra como nos enseña la estabilidad de la montaña (Tadasana), y con la mirada a un punto fijo -tu drishti-.


Porque se ha repetido hasta el cansancio -sobre la mirada- que "a donde llevas tu atención, llevas tu energía"; pero el arraigo, tanto en la postura como en la mirada, nos da objetivo, propósito, y nos da determinación.


Cuando soy capaz de "fijar la mirada" hacia donde quiero; el delimitarme con el "afuera" se da tanto, pero tanto más fácil.














Comentarios


Hola, ¡gracias por visitarme!

Recibe todas
las entradas.

¡Gracias por tu mensaje!

  • Facebook
  • Instagram
  • Twitter
  • Pinterest
bottom of page